Simon de Cirene ayuda a Jesús a cargar la cruz


cor381«Y a uno que pasaba por allí, que venía del campo, a Simón Cireneo, el padre de Alejandro y de Rufo, le forzaron a que llevara la cruz de Jesús»(Mc). Simón pasaba por las cercanías de Jerusalén y se encontró con Jesús cargando con la Cruz salvadora, abrumado por el peso. Simón venía del campo y pasaba por aquel lugar situado fuera ya de las murallas de la ciudad y próximo al montículo del Calvario. El hecho de llamarle cirineo indica que debía proceder de esta región del Norte de África, aunque fuese judío.
 Cabe que estuviese en Jerusalén de paso, o en peregrinación por la Pascua, o viviese establemente allí después de haber vivido un tiempo fuera. Los nombres de sus hijos, Alejandro y Rufo, revelan procedencia griega y latina respectivamente.
Todo parece casual en aquel encuentro con Cristo y su Cruz. Casual es su presencia en la ciudad, casual es su paso por aquel lugar, casual es que le fuercen a llevar la Cruz del Señor. Pero aquellas circunstancias son ocasión de una transformación profunda en aquel hombre, más llamativa, si cabe, por inesperada.
No estaba ni con los que insultan o gritan contra Jesús, ni con los discípulos. Tampoco parece un espectador curioso, simplemente «venía del campo» (Mc). Y «le obligaron a llevar la cruz»(Mt). «Le cargaron con la cruz para que la llevase detrás de Jesús»(Lc).
No parece difícil imaginar la conmoción de Simón. Andaba tranquilamente por el camino, como se va por los caminos de la vida; oye un tumulto, le llama la atención, se acerca… y de repente los soldados le rodean y a gritos le fuerzan a llevar la cruz de uno a quien van a crucificar. Quizá le dió tiempo para enterarse quién era aquel a quien ayudaba; quizá no pudo preguntar pero leyó la inscripción de la cartela que indicaba el delito: «Jesús Nazareno Rey de los judíos». Al coger la cruz, Jesús, se ha vuelto y le ha mirado; no hay en él hermosura, es un desecho de los hombres…y, sin embargo, aquella mirada conmueve el corazón del cirineo, rudo quizá, pero noble… Aquel hombre quiere la cruz; sabe que va a morir y se dirige –exhausto, pero sereno- a emprender la última ascensión; varias decenas de metros de desnivel, pero empinadas. El condenado –a rastras el último tramo- sigue subiendo hasta la cima del Gólgota, si no es que fue llevado en parte por los mismos soldados.
Al mismo tiempo oye los insultos feroces de una multitud, además, muchos de ellos eran fariseos y escribas, incluso estaban allí ancianos del Sanedrín y Sacerdotes. La sorpresa de Simón debió crecer. Si era un rebelde contra los romanos y por esto condenado, los judíos debían estar tristes y apesadumbrados, pues era de los suyos. Pero los más indignados son los judíos importantes, que le gritan cosas tremendas y blasfemas.
Cuando llegaron al lugar de la crucifixión la sorpresa debió ser mayor. Simón, cansado, deja la cruz en el suelo y, muy probablemente, permanece allí. Entonces contempla la escena tremenda de la crucifixión, tanto la de Jesús como la de los ladrones. Debieron ser muy distintas. La costumbre era darles una bebida que calmase un poco el dolor, los ladrones debieron beber con ansia; Jesús se negó a tomarla, aunque, agradeciendo el gesto, probó un poco. Luego, entre varios hombres, se sujetaban los cuerpos que iban a ser enclavados.
No sabemos si permaneció allí mucho más tiempo, pero aquello bastaba para hacerle reflexionar y buscar enterarse a fondo sobre quien era aquel Rey de los judíos a quien él habían ayudado a llevar su Cruz. Si presenciar cualquier muerte conmueve, mucho más una muerte lenta como la crucifixión, y, más aún, la de uno que perdona a los que le están matando. Aquello no podía tener una explicación natural, y realmente no la tenía. Simón acaba de tener un encuentro con la Cruz de Cristo, una Cruz que era la Salvación del mundo; él no lo sabía, pero aquel encuentro, fastidioso al principio, fue el comienzo de su salvación. La referencia a sus hijos lo muestra como bien conocido entre los primeros cristianos.
Simón de Cirene se encontró con el dolor de Cristo y se convirtió. Bienaventurado el hombre de Cirene llamado Simón, porque él no buscaba a Dios y se lo encontró.
Reproducido con permiso del Autor,
Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias
pedidos a eunsa@cin.es

6 comentarios en “Simon de Cirene ayuda a Jesús a cargar la cruz

  1. Hola Jairo, un saludo en Cristo!
    Es cierto que resulta confuso, pues pensamos que Simón de Cirene cargaba con la Cruz, pero él solo ayudaba a cargar con la Cruz. No la cargaba él solo, sino que ayudaba a Jesús a cargarla, es decir, los dos la cargaban, puesto que Cristo amó tanto la Cruz que no la soltó, la amó tanto que lo clavaron en ella. Es escandalizante decir que Cristo amó la Cruz, pero así fue, puesto que el sabía que salvaría al hombre con ella. Así es como Jesús cae con la Cruz, cansado y lastimado. Dios y María les bendigan!

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  2. Jesus cargo con el pecado de la humanidad, con mi pecado imperdonable, con el tuyo también.Es dificil reconocer a Jesús como nuestro salvador personal, darle honra, gloria,poderio y magestad,porque desde el principio de los tiempos el hombre comulgo con el pecado, hasta que Jesus rompio las cadenas que nos ataban a las tinieblas y nos trajo a su luz admirable. Habrele un espacio en tu corazon al Espiritu de JESUS y conoce lo maravilloso que es vivir en su comunión, no te arrepentiras y querras haber vivido antes esta experiencia fascinante de conocer el poder sobrenatural del DIOS verdadero. Animate, no perderas nada, por el contrario lo ganaras TODO. Que Dios te bendiga mi querido amig@.

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  3. ¡Cargar la Cruz de Cristo! vaya que encuentro de emociones, Como Simón de Cirene, he quedado prendado de Jesucristo, le he encontrado y no le dejaré jamás. Le he encontrado en el suelo, caido, a menor altura de la que me encuentro caminando por este mundo, se ha postrado debajo del madero, «a menor altura», y todo para que le pudiera ver. Gracias a Dios Padre por el madero y por el que se encuentra derribado debajo de él. Sin pedírselo ha cargado con toda mi culpa y a cambio me ha donado todo su ser. Encuentro que ha bastado para reconstruir todo mi ser: Matrimonio, Vida nueva en los renuevos de Olivo (Cinco) que me ha concedido para sembrar en ellos la fe, ganas de trabajar más de lo que se me pide por el salario pactado con mi jefe sin robar sus bienes, hermanos en la fe me ha concedido para animarnos en el caminar sin desfallecer. Es cierto: ha puesto en mi corazón un deseo inconfesable de subir a la cruz con él, por que a punta de traspiés he comprendido que la vida eterna con Él solo la puedo alcanzar desde ya en La Cruz: El Árbol de la Vida del Edén que ha bajado junto con su ser.

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