Dar razón de nuestra Fe


 

No cabe duda que una de las características fundamentales de la cultura contemporánea es su carácter laico. Hoy la dimensión religiosa, católica como tal, casi ha desaparecido en las manifestaciones macro sociales. Tanto los aspectos religiosos como los morales son relegados al ámbito particular y exclusivo frecuentemente de cualquier discurso político, económico o social. Todo ello es una consecuencia necesaria del pluralismo ideológico que impera y del proceso de secularización a que se ha visto sometida la cultura durante el último siglo. Y aunque a primera vista pareciera un signo negativo de nuestro tiempo, quienes nos asumimos cristianos, no podemos menos que alegrarnos de que este sano pluralismo se verifique: después de todo, aunque el paradigma cristiano no sea ya el ideal común de la sociedad actual, mucho podemos aportar desde nuestra perspectiva para el progreso de la misma.

Dios los guie

La Iglesia ha sido una de las instituciones religiosas que más ha insistido en la importancia como requisitos fundamentales para la convivencia con quienes piensan distinto. Los creyentes, en esta nueva configuración ideologico-politica que presenta multiplicidad de alternativas, debemos asumir los retos que para la difusión del mensaje evangélico se nos presentan. La opción cristiana, aunque ya no es dominante, no pierde por ello su legitimidad y actualidad; de ahí que sea fundamental e impostergable tomar en cuenta aquella advertencia que en el primer siglo de nuestra era hacia san Pedro: “Estén pronto a dar razón de nuestra Fe”. La conciencia cristiana exige que nuestra participación en la vida pública y social como miembros de la comunidad humana sea en todo momento una manifestación viva de aquello que creemos y profesamos. Dar razón de nuestra fe implicara entonces asumirnos cómo cristianos en todo momento, en cualquier espacio y en cualquier acción; significara también, proceder a cada instante con base en los criterios de un creyente. Ciertamente ello supone asumir los mínimos criterios que la convivencia civil nos impone, pero no limitarnos a ellos, sino superarlos y manifestarlos más plenamente a partir de nuestra concepción cristiana del mundo, del hombre y de la vida. En pocas palabras, ser testigos de Cristo y del Evangelio.

Ello no significa, sin embargo, que asumamos actitudes proselitistas con cada persona y en cada ocasión oportuna. Tampoco es sinónimo de que nos demos a la tarea de predicar en la calle ya voz en cuello; la tarea es más sencilla: asumir la vida cotidiana con la perspectiva de un creyente, impregnado del “suave olor de Cristo” cada gesto, cada actitud, cada tarea y cada palabra. Bien decía Mons. Escrivá de Balaguer que para santificarse no hace falta otra cosa que realizar como cristianos el trabajo cotidiano.

Aun así, la conminación de san Pedro no se limita a este solo aspecto, también exige que seamos capaces de presentar en todo su esplendor y grandeza el contenido de nuestra Fe a los hombres de hoy, y que seamos capaces de justificar racionalmente aquellos que creemos.

El mundo actual no solo es escéptico respecto del catolicismo sino de la religión misma, sea cual fuere. El sentido de pertenencia a una religión determinada no solo esta mermado, sino además cuestionado. Para muchos, la religiosidad representa una forma de atraso cultural, social e intelectual y la dimensión sagrada de la existencia es calificada como alientan te, sin embargo, la religiosidad sigue siendo una expresión legitima y una opción viable para el pleno desarrollo del ser humano.

Cortesía del Lic. Miguel Flores. Revista católica

Un comentario en “Dar razón de nuestra Fe

  1. yo como laica comprometida solo le pido a dios por todos los laicos comprometidos , que nosotros as sepamos seguir con el ejemplo de jesús difundir su mensaje en todas partes don de nos encontramos mantener siempre fieles al evanjelio de jesús , rogar x tos los sacerdotes del mundo entero que se mantenga fieles a su promesa

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